miércoles, 12 de septiembre de 2007

Intolerancia 26°C, disconformidad 70%(o más)

Eran una menos cuarto, más o menos. Ahora se le había cantado haber viento, así que caminábamos rápido, porque a la mañana estaba para remera, a pesar de que igual se te pegoteaba toda al cuerpo. De todos modos marchábamos cautelosamente, porque estaba todo embarrado, y ya me alcanzaba con que un 504 nos haya salpicado y unas baldozas nos hayan escupido las mangas de los jeans como para tener que soportar tener todo el culo lleno de mugre por haber resbalado.
Los días anteriores habían caído piedras, y cuando mirabas luego de escuchar uno de esos truenos que no son fuertes, pero son largos, como si estuvieran presagiando algo espantoso te daba esa sensación de que el muy hijo de puta del cielo se estaba aguantando para caer entero, sobre nuestras cabezas, con soretes de punta y todas esas cosas que decimos que caen. No habían pasado cuarenta y cinco minutos del mediodía, pero se veía como si fueran las siete de la tarde.
Cuando empiezo a encaminar hacia mi casa, empiezan a caer las primeras gotas, débiles. Me decepciona el cielo, yo esperaba que cayeran tantas gotas y con tanta fuerza que terminaran por arrancar las baldozas del suelo. No era la primera vez que me decepcionaba, no era la primera vez que esperaba que se acabara el mundo con un diluvio y no pasaba nada. El muy maricón largaba gotitas de a poco, para hacerte dar más bronca. Guardé la revista que llevaba en la mano, no vaya a ser que me la arruine algo tan mediocre como ese rocío.
Cruzo la vía después de que pasara el tren. Con esa llovizna de mierda haciéndote de cortina parecía mucho más lejos. Cruzo la calle y paso por adelante de la puerta de la casa de un amigo de toda la vida, y veo que viene corriendo el perro que toda la vida mi amigo tuvo. Viene a ladrarme.
-Perro de mierrrrrda, hace trece años me conocés, y todavía me ladrás? Hijo de puta.

Ya estaba podrido, del barro, de la humedad, del calor, del repentino frío, del viento, de los autos, de las baldozas, del agua, del rocío puto ese, de las calles en bajada, de las calles en subida, de ver el piso hecho mierda por todos lados porque a la municipalidad se le ocurre que es mejor poner lindo el centro y romper todo y dar vuelta las baldozas que asfaltar esas calles en las que en un día de mierda como estos, húmedos y calurosos, te embarrás hasta las rodillas, y estaba pódrido del perro de mierda ese, también, que se me hacía el malo.
Después de todas esas cuadras, llego, llego, llego... y a tres metros de mi casa...


piso mierda.



Prefiero el frío, prefiero la humedad fría, por lo menos me abrigo sin dudarlo y al mismo tiempo me protejo de la lluvia. En estos días si voy como para no mojarme me cago de calor y se me pegotea toda la remera la piel, y se humedece todo, inclusive la mochila de mi espalda.
Qué se yo, fíjense que no soy de esos inconformistas.
Nunca me quejé del frío.

1 comentario:

  1. Hay algo todavía peor. Pisar mierda, y entrar, sin haberte dado cuenta del oloroso pisotón, al coche. Preferirás abandonar el vehículo, te lo aseguro...

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