miércoles, 7 de marzo de 2007

60- De la forma de contar cómo pasa el tiempo

Este el post sesenta del blog.
El sesenta es un número interesante. A que no?
Sesenta es múltiplo de uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, diez, doce, quince, veinte, treinta y sesenta (creo que no me olvidé ninguno). Es nada más y nada menos el número en el que basamos nuestra medición insantánea del tiempo, ya que utilizamos el sistema sexagesimal para medir los segundos que forman minutos y los minutos que forman horas. Vieron cómo cualquier nabo puede hablar de números? Ahora vamos a analizar a un tipo que lejos de ser un nabo, era un capo. Se trata del genio Isaac Asimov.

Hace unos cuatro años leí el libro de Isaac Asimov "El secreto del Universo y otros ensayos", donde se hace una compilación de ensayos de Isaac Asimov escritos para la revista "The Magazine of Fantasy and Science Fiction". Uno de los artículos que aparecían en el libro se llamaba "Doce coma tres seis nueve".
El artículo hablaba, justamente, de la forma en la que los humanos utilizamos los números pensando que todo se tiene que ajustar a un conjunto de relaciones aritméticas simples. Así, cuando el primer hombre en afirmar que la Tierra se desplazaba en el espacio (un discípulo de Pitágoras, alrededor del 480 a.C.), se tenía que definir todo con una cantidad de "esferas" que giraban alrededor de un "fuego central invisible", y tras una entramada serie de razonamientos, se concluía que habían 10 esferas concéntricas que giraban alrededor del "fuego central". Por otra cantidad de razonamientos, se definía al 10 como a un número perfecto, por lo que todo el universo se tenía que ajustar al número 10. Pero, después se desechó la idea del número 10, por lo que se volvió a ajustar este esquema del universo al número siete. Todo esto se fue por el caño cuando Galileo, en 1610, descubrió algunos satélites de Júpiter. Bueno, casi, a Galileo le discutieron a muerte que eso era incorrecto, porque si no se ajustaba al número siete, era error del telescopio...
Se siguieron descubriendo más y más satélites y cuerpos en el espacio, por lo que a los obsesivos de los números se les complicó la cosa. Pero lo que le interesó a Asimov fue que un gran astrónomo llamado Johannes Kepler comentó una vez que el año debería tener sólo 360 días, ya que para el sistema que utilizamos la Tierra gira más rápido de lo debido, y por eso no hay exáctamente 365 días, sino 365 y 1/4. De allí se deduce que cada cuatro años se forma un día más, el 29 de febrero. Al girar la Tierra más rápido, Kepler dedujo que así lo hacía también la luna, y entonces, en lugar de tener 12 meses lunares por año de treinta días y dos quintos cada uno, pero en su lugar solo emplea veintinueve días y medio en cada revolución.
Al tener 360 días, se reajustarían las duraciones de las horas, minutos, segundos, etcétera, para que de todos modos tuviéramos 360 días de veinticuatro horas. El 360 es un número muy cómodo: es casi el único número de esa magnitud que es divisible por tantos otros números: 2, 3, 4, 5, 6, 8, 9, 10, 12, 15, 18, 20, 24, 30, 36, 40, 45, 60, 72, 90, 120 y 180. Y además se ajustarían perfectamente los meses lunares: 12 meses de treinta días por año.
A pesar de presentar todas estas conveniencias y a pesar de que hace miles de años que se le busca la vuelta al calendario, seguimos usando uno poco práctico.
Pero entones Asimov escucha unos números y luego pregunta si, como tantos otros antes, Kepler había intentado relacionar su teoría con el misticismo filosófico de otros. Al escuchar que no, Asimov divagó entre cifras y propiedades de la Biblia, para formar así una teoría que relacione el diseño del Universo con la Biblia.
Las ideas de Asimov son algo así:
Hay 365, 2422 días en el calendario que utilizamos, según el calendario de Kepler sobran 5,2422 días. Pensándolo como lo haría un místico, esto tiene que estar relacionado con la Biblia. Según la tradición, el Antiguo Testamento está dividido en tres partes: los libros de las leyes, los libros de los profetas y las escrituras, de los cuales los cinco libros de la Ley son los más sagrados. Bien, de aquí se deduce que la importancia de "lo que sobra" del año "perfecto" sea 5,2422. Momento, falta la cifra decimal. Bien, la cifra decimal puede ser dividida en 24 y 22, cuya media es 23. En el Antiguo Testamento nos quedaron los libros de los profetas y las escrituras. Según la Biblia protestante y la judía (no la católica romana) estos libros suman 34, pero en la antigüedad estos libros se reducían, ya que los doce libros de los profetas eran compilados en uno sólo; sumando así 23 libros. De esta forma, que sobren 5,2422 días representa un monumento al Antiguo Testamento.
Y el número de meses lunares? Bueno, los meses lunares, que deberían ser 12, en nuestro sistema son 12,369. Si anteriormente se hacía referencia al Antiguo Testamento... esta cifra debe hacer alusión al Nuevo Testamento! Cualquier místico les diría que es totalmente obvio. Entonces hay que buscar qué es lo que diferencia al Nuevo Testamento del Antiguo. Por supuesto, esto es el pasar de considerar a Dios como entidad única a considerarla como una trinidad. Entonces, lo primero que vamos a hacer es dividir el número por tres, y el resultado nos da 4,123. Una cifra más que interesante, diría cualquier místico, ya que, ¿Qué pueden representar estos cuatro primeros números naturales con relación al Nuevo Testamento? ¡Claro! Los cuatro evangelios. Entonces, ¿por qué se pone primero el cuarto, el de Juan, y luego el de Mateo, Marcos y Lucas? Porque el Evangelio de Juan tiene una visión distinta con respecto a Jesús, mientras que los otros tres presentan visiones casi iguales.

Es así como Asimov, a pesar de que detesta a aquellos que intentan encontrar una relación mística a todo descubrimiento, se burla de ellos con una teoría que cuando uno la lee dice "uh, la puta madre, y si este tipo tiene razón?"
Porque no es cualquier místico más, sino Isaac Asimov quien lo dice.
Aparte, escribe unos discos de ciencia ficción excelentes, entre otros el que luego resultó ser la película "El hombre bicentenario" con Robin Williams, y la que inspiró la película "Yo, robot", con Will Smith.
100% recomendado.

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